jueves, 16 de agosto de 2007

Cuento: "El Joven y la Luna"

Asi es, encotnre los cuentos que habia escrito hace tiempo, y los traspaso...espero q les gusten.

EL JOVEN Y LA LUNA
Esta es la historia de un joven que se escapaba de su casa durante el ocaso y se subía al cerro más alto de su villa, aguardando y aguardando a que el sol buscara refugio en el mar, y la Luna tomara su lugar.

Cuando ésta aparecía, sus ojos chispeantes brillaban como estrellas. No podía creerlo, era tan grande y tan bella. Cuando la noche era lo suficientemente oscura, él casi podía acariciarla con las yemas de sus dedos. Pero cuando la luna parecía más lejana, él solo se recostaba en el pasto y le sonreía incesantemente. Sin embargo, a veces la luna no aparecía, pero a él no le importaba, ya que sabía que estaba por ahí, y era así como la descubría después de unos días cuando se asomaba en forma de arco, en un entretenido juego de las escondidas.

Un día, el joven se encontraba en el patio de su casa, haciendo sus tareas diarias, cuando el cielo comenzó a oscurecerse. El joven se asustó, pensando que se trataría del fin del mundo, o que una gigantesca tormenta se acercaba. Pero luego de mirar al cielo, una gran sonrisa se dibujo en su rostro. Se trataba de la Luna ¿en pleno día? ¿Qué estaba sucediendo? Rápidamente subió corriendo al cerro, y trato de contemplarla, aunque la luz le cegaba. Entonces comprendió que la Luna le estaba llamando a jugar en su casa, donde el tiempo no existía y la noche o el día ya no serían una limitación.

El joven se emociono al pensar en la invitación, pero a pesar de que podía saltar muy alto, correr muy lejos, o escalar más allá de las nubes, no podría llegar hasta donde ella. Desesperado, se puso a pensar. No dormía, no comía, no trabajaba, solo se dedicaba a pensar y pensar en la Luna y en cómo llegar hasta ella. Entonces decidió construir el cohete más grande del mundo.

Así pasaron días, meses y años, y el que antes era un joven se volvió un adulto, y luego se volvió un viejo. Año tras año, trabajando en el cohete. No salía de su laboratorio durante el día ni durante la noche. Y mientras él avanzaba, el mundo también avanzaba, creando calles, puentes, y edificios, millones de ellos, hasta que el cielo quedo cubierto y la tierra era solo sombra.

Finalmente, con su cuerpo tembloroso y sus manos llenas de ampollas debido al extenuante trabajo, logró terminar de hacer los últimos ajustes a su enorme cohete. Así, a pesar del agotamiento, inmediatamente comenzó a hacer los preparativos para el lanzamiento de éste en dirección a la Luna. Abrió la compuerta que se encontraba en el techo, y activo la palanca que levantaba el cohete apuntando hacia la Luna, pero se encontró con una gran sorpresa... ¿y la Luna? Rápidamente busco un reloj. Sí, la hora era correcta, pero ¿qué sucedía? ¿Acaso la Luna le estaba jugando una broma? Entonces corrió a buscar un calendario, pero éste no disipó sus dudas. La fecha era correcta, no era día de jugar a las escondidas... ¿pero donde estaba?

Entonces decidió correr hasta el cerro más alto, como solía hacerlo cuando niño. Al llegar a la cima tampoco logró encontrarla, pero a cambio descubrió algo terrible. Frente a él, lo que antes eran valles verdes que cubrían el horizonte y bosques que adornaban con sus flores y frutos, ahora se habían transformado en un mar gris de metal y concreto que se alzaban por los cielos como puntas de lanzas. Además éstas humeaban y humeaban, transformando el día en una noche fétida y tóxica.

Entonces comprendió que la Luna no se había ido a ninguna parte, que aún se encontraba en algún lugar, pero que ahora el mundo se había olvidado de lo bella que era, y decidió inundar el cielo con su indiferencia. Pero él no se había olvidado... ¿o si? Una lagrima corrió por el rostro del viejo. Había gastado tanto tiempo construyendo el cohete para llegar a la luna, y ésta ya no se encontraba. Pudo haber utilizado todo ese tiempo para estar con ella, pero ahora todo se había perdido.

Triste volvió a su casa. Se encontraba agotado, y apenas podía sostenerse en sus piernas. Su rostro era de un derrotado, y su obsesión comenzaba a cobrarle el tiempo trabajado. Así, lentamente se acostó en su cama, aún triste, y cerro los ojos. Entonces como un milagro, la luna apareció frente a él. Esta vez estaba muy cerca, y finalmente él podía tocarla... ¿qué sucedía? ¿Se trataba de un sueño? ¿Se trataba de un delirio?... pero eso ya dejaba de importar. Así se quedaría con su preciada Luna, juntos durante una noche eterna.

FIN

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